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Fernandito Ledesma Pedylla, el niño que años después fuera conocido como el gran mago Jarry Pote -pese a la lucha que mantuvo en contra esto su abuela de quien ya hablaremos- tenía una característica que lo hacía único y especial entre todos los demás niños; a saber: 1 -Era el nieto de Sandra Markovich Clavijo de Wiston, mujer con una vida trágica y aún recuperándose del dolor de que uno de sus hijos (el tío de Fernandito Ledesma Pedylla), en vez de recorrer el camino del Señor -como su familia, sus educadores del colegio privado y otros amigos y allegados, se habían procurado por medio del sacrificio y la entrega en pos de su bienestar que él hiciera-, siendo abogado, médico o diseñador web, erró el camino convirtiéndose en... ¡Me estremezco al tener que escribirlo! Lo diré aunque el rubor empañe mis mejillas: el hijo de Sandra Markovich Clavijo de Wiston (y tío de Fernandito Ledesma Pedylla) se hizo mago. Sí, de esos que animan fiestitas de cumpleaños y otros eventos, como el mago Ariel Jr. (hijo del mago Ariel sin Jr.) -Cerca de los ocho años, viendo que año tras año escolar, las maestras fueran quien fuesen y desde el jardín de cuatro años, eran siempre unas viejas o muy jóvenes chotas, frígidas y reprimidas pero a la vez emputecidas histéricamente, que hablaban como si fueran idiotas y trataban a los niños como si fueran idiotas, siendo a su vez asequible para ciertos niños con un mínimo de inteligencia, que de hecho ellas, eran bastante idiotas (e incluso a veces más que algunos niños a los que ellas trataban de idiotas); dedujo que todas las maestras eran la misma. Sí, un único ser con poderes mágicos del tipo de los que tiene Papá Noel, que por medio de técnicas no asequibles a los seres humanos comunes, año a año cambiaba de apariencia humana ante los ojos de niños y padres (su apariencia real era la de un monstruo gelatinoso y tentacular) y aparte de esto, se las ingeniaba para estar en varias clases al mismo tiempo, cambiando su aspecto físico de una a otra clase para que todos pensaran que era la maestra del otro salón. ¿Cómo hacía esto? Recordarán nuestros lectores, que en un momento de la clase, la maestra siempre se va a hacer pichí, buscar un material didáctico, salir a atender el teléfono o ir a chusmear con la maestra de al lado (que no es tal, si no ella misma), momento que por lo general demora bastante y el cual aprovecha para cambiar su apariencia externa, tomar una máquina del tiempo de C.U.C.T.S.A. y aparecer al principio de la clase de al lado, mientras a su vez, como ya había estado en nuestra clase, también estaba ahí pero sin cruzarse con si misma en este múltiple viaje en el tiempo, ya que si no se generaría una paradoja espacio temporal y el universo se destruiría. (También tenía la teoría de que La Maestra tenía la posibilidad de estar en varios lugares al mismo tiempo como Dios pero no lo convencía del todo). (No elaboró teorías similares al respecto de la directora, secretaria o limpiadores).(Esto explicaba definitivamente por qué en una escuela con 10 o 12 maestras la que cuida el recreo siempre es la misma pelotuda, porque claro: en realidad todas las maestras son una sola). 3) Cerca de los seis años, sin explicación o motivación previa (al menos a nivel conciente), como en una iluminación se dio cuenta que todos, TODOS menos él, eran extraterrestres. Lo que más le dolía de tal hecho, era que hasta su abuela, que era el ser que más quería en el mundo, fuera en realidad un extraterrestre disfrazado y que bajo la bonachona sonrisa llena de cirugías y de cosméticos de ese amado ser humano, en realidad se escondiera un malvado extraterrestre que lo estaba engañando (como todo el resto de la humanidad), con fines malvados, que aún no tenía claro si era conquistar la tierra o comérselo, aunque se decantaba más por esta última, ya que conquistar la tierra sería muy fácil siendo él el único verdadero humano. Después de empezar a acusar a todos sus compañeritos de ser extraterrestres al tener querellas de juegos con ellos y golpearlos y tirarles agua, jugolín, pichí y otros elementos para que delataran su constitución de extraterrestres y ver que estos seguían igual que siempre, pasó un traumático período depresivo, pensando que si sus compañeritos extraterrestres al ser atacados y rebelar su constitución extraterrestre seguían siendo niños comunes y corrientes como él, había una gran posibilidad de que él también fuera un extraterrestre; o peor aún: cabía la posibilidad de que si alguien le tiraba jugolín en la cara, él se convirtiera en un ser gelatinoso y tentacular y así se descubriese que el era él único extraterrestre malvado en la tierra que no se daba cuenta de ello. -A instancias de su abuela, ni bien comenzó a leer, La Santa Biblia fue su libro de cabecera. Fernandito Ledesma Pedylla, leyó con fruición ese disparatado libro de chistes noche tras noche, no teniendo el más mínimo asomo de duda con respecto a la existencia de Dios y de todas las cosas graciosas que se contaban sobre él y otras cosas en La Biblia, no tanto por ese tan difundido concepto de que la idea de un dios único y universal sea connatural a la especie humana, sino porque como todo niño razonable, Fernandito Ledesma Pedylla sabía que ningún adulto -con lo ocupados que siempre estaban- estaría tan al pedo o sería tan idiota de escribir que Dios creó La Tierra y todo lo demás si no fuera verdad o no tuvieran una total certeza al respecto. ¿Qué necesidad de mentir sobre algo tan insignificante? Que no es lo mismo que mentir que el gato tiró el jarrón cuando en verdad fuiste vos porque así, zafás de la paliza. Llegado un punto, al ver que Dios era tan misterioso que estaba siempre mirando, vigilando, interviniendo, castigando y rompiéndole las bolas al ser humano sin nunca mostrarse y expresando las cosas que quería por las claras, decidió que ya que estaba, le dejaba un dibujo de regalo, porque aparte le obsequiaba siempre dibujos de escenas de La Biblia a sus familiares y capaz que Dios se ponía celoso y lo volvía una estatua de sal, un monstruo gelatinoso y tentacular o algo así. Fernandito Ledesma Pedylla, comenzó entonces a dejar cada noche un dibujo de obsequio para Dios, que ponía apoyado en el piso y parado contra la pared de enfrente de su cama, cosa de despertarse y ver si El Omnipotente se lo había llevado o no. Su abuela, para no romperle la ilusión se encargó entonces de retirar el dibujo noche tras noche, generándose un estado de estrés que varias veces le hizo equivocarse y dejarle regalos de navidad al lado del dibujo o ponerle una esquela que decía “¿Dónde está el agua y el pasto para los camellos”, cosas que Fernandito Ledesma Pedylla entendía perfectamente que eran parte del ánimo chocarrero de Dios, como cuando casi liquidó la población del mundo para obligar a Noé y su familia a cometer cualquier tipo de incesto y después los bardeó mal por eso. D) Sabiendo, que Dios mismo estaba para la joda, no le extrañó para nada, que ya en el Liceo, sus profesores y profesoras, jugaran a enseñarle cualquier disparate, haciéndose que ellos creían que esos disparates eran verdad y tomándoles pruebas en las que los alumnos tenían que responder esos disparates, también como si fueran reales, aunque Fernandito Ledesma Pedylla sabía que nadie se creía pelotudeces tan grandes como: 1) El ser humano fue una evolución a partir de ciertos primates. ¿Si somos más evolucionados que un mono porque no tenemos pulgares oponibles también en las patas y tenemos que organizar ciudades, trabajos y todo eso para sobrevivir, cosa que ningún animal necesita? 2) La tierra es redonda y nadie se cae de ella por la fuerza de gravedad, la cual descubrió un tipo porque se le cayó una manzana en la cabeza. 3) Los escritores en vez de decir lo que quieren decir directamente, necesitan de un profesor de literatura que desentrañe lo que en realidad quiere decir lo que ya dice el texto, como si el autor quisiera decir otra cosa más allá de lo que escribió y el escritor no supiera como decirlo y el lector no lo pudiera entender sin lo que dice el profesor. 4) En Uruguay existieron indios y lo que pasa es que un puñado de blanquitos de mierda encabezados por Rivera los hicieron mierda a todos. 5) La gente es toda tan estúpida en todo el mundo que se pusieron a hacer dos guerras mundiales, tirando bombas atómicas, haciendo campos de concentración y todo eso, como si no se dieran cuenta que así iban a hacer mierda todo, etc. Muchos de sus compañeros le discutían el punto y le decían que lo que le enseñaban en el Liceo era cierto, haciéndolo dudar a veces, pero sin lugar a dudas, se reafirmó a si mismo que sus compañeros sabían que era joda y también estaban jodiendo, ya que NADIE podía creerse en serio eso de que una cosa tan grande como el pene entrara en la vagina para hacer que las mujeres quedaran embarazadas y todo eso. Él había visto el agujero de la vagina de su primita de tres años y era imposible que por ejemplo su pene (el de Fernandito Ledesma Pedylla), que medía como cinco centímetros entrara en una rayita que como mucho medía un centímetro. Mirando con atención las imágenes que su profesora de Biología Andrea Albarenga les mostraba, descubrió que era joda y que en realidad la fecundación se originaba cuando el clítoris de la mujer penetraba por el meato del pene del varón, siendo que estos eran de medidas relativamente aproximadas. La aceptación por parte de compañeros inteligentísimos de tal idiotez como que el pene penetraba la vagina, ante la tan evidente certeza de que el clítoris clitoreaba el meato, le confirmaba sin dudas que tal convencimiento era en joda. Ya presentado sobriamente por su característica distintiva, que nos muestra a Fernandito Ledesma Pedylla a su vez, como un personaje “tipo”, como conviene a toda historia realista (la nuestra lo es), pasaremos sin más a narrar la serie de acontecimientos que conforman su historia, deteniéndonos solamente para hacer descripciones de páginas y páginas acerca de cada ropa, habitación o microgesto en los rostros de los protagonistas, ya que si no nos quedamos sin lugar en el suplemento literario de “Boulevard”. Como dijimos, Fernandito Ledesma Pedylla era el nieto de su abuela. Su abuela estaba tan traumada con que el mismo no fuera un mago, que llegó a tomar las medidas más intransigentes para que su querido nietito no transitara el camino de las galeras y conejos. Era común ver que en su más tierna infancia, nuestro héroe caminara por una plaza con su abuela y al ver que las palomas atravesaran su camino, la anciana sacara un arcabuz (reliquia familiar de la casa, donde eran descendientes de Garibladi) y comenzara a masacrar a los plumíferos gritando: “¡No intenten seducir a mi nieto a hacer trucos!” o que el niño mirara un serrucho de plástico dentro de un juego infantil de carpintero en una vidriera y su abuela los llevara de nuevo a su casa a patadas en el culo gritándole: “¡No sabés limpiarte el culo y ya estás pensando en meter una atorranta adentro de una caja, cortar la caja con un serrucho y después mostrarle al público que la puta de tu asistente sigue de una sola pieza! ¡Sos igual que todos los hombres!” También, varias veces se quiso tomar a golpes de puño y armó griteríos descomunales en Mosca del Shopping Tres Cruces, cuando buscando regalos de cumpleaños para su nieto, los empleados poco prudentes e incluso pecadores con una humillante remera de “mi primer empleo” (como por ejemplo, Piero Di Lorenzi), le ofrecían juegos de magia que a los niños les gustaban mucho. Fernandito Ledesma Pedylla encontró una vez un palito en su día de picnic con los hermanos de la Comunidad Salesiana y comenzó a agitarlo en el aire, ya que algo instintivo (la mala influencia de su tío seguramente), lo impelía a ello, ya que como en todo relato realista, sabemos que el ser humano es un macaco de mierda, totalmente determinado racial, genética, sociológica o psicológicamente por todo y todo lo que hace tiene una razón “a” por lo tanto “b”, como gusta a la mentalidad cientificista-burguesona-que-se-hace-la-socialista. Sin embargo, su sexagenaria abuela, al divisarlo cometiendo tal blasfemia con el palito, castigólo gritando “¡No aprendiste nada acerca de la Simonía! ¿Para qué La Santa Biblia dice: “No serás mago ni levantarás palitos en el aire y el que así lo hiciere se condenará al hambre y la miseria y la muerte, a si mismo como a los hijos de sus hijos y aquellos de sus mayores que aún sigan vivos” Eusebio 66:69? ¡Para que vos ya andes ofreciendo espectáculos sacrílegos que induzcan a la idolatría y la veneración de falsos dioses! ¡Te voy a dar, guacho de mierda!” También ocurrió, que bajo de la tutela de su responsable abuela, Fernandito Ledesma Pedylla tuvo una seria limitación con respecto a los dibujos animados que podía mirar. El catalogo de dibujos para niños de la comunidad religiosa ya era bastante corto y desactualizado, cuando Sandra Markovich Clavijo de Wiston, la abuela de Fernandito Ledesma Pedylla, descubrió que el supuestamente inocente programa de los “Looney Toons”, era en realidad una trampa demoníaca, en la cual uno de sus personajes principales era un conejo, criatura maligna si las hay, ya que son una representación simbólica del diablo saliendo del infierno para reconquistare el mundo, al ser sacados de la galera. Lo mismo ocurrió, cuando luego de por razones similares a la antes expuesta, los programas permitidos para Fernandito Ledesma Pedylla se limitaban a sólo lo más clásico de la famosa productora “Disney” y la abuela del nieto, supervisando hitos de su filmografía, descubrió que “Fantasía” mostraba al ratón Mickey travestido como mago e incluso en “Blancanieves” u otros inmortales de la compañía, había brujas, hadas, magos y hechiceros (aparte de que muchos de los animales que eran protagonistas, hablaban como por obra del diablo y estaban íntegramente desnudos o desnudos de la cintura para abajo). Luego, al revisar en internet, la anciana constató de que muchas de las canciones de esas películas tenían mensajes subliminales de tipo satánico y también imágenes ocultas alusivas al sexo. Esa misma tarde, ante los llantos de su nieto y por el bien del mismo, Sandra Markovich Clavijo de Wiston, redecoró la infantil habitación, la cual había ostentado hasta entonces un enorme cuadro de Jesús en la cabecera de la cama, flanqueado por un poster de Mickey y otro de Minnie (los cuales le habían comprado a Fernandito Ledesma Pedylla, en un sacrílego viaje a Disney que hiciera con el colegio), empapelando las paredes con el Genésis y pidiendo inmediatamente una audiencia con el Obispo para encargarse de la Disney y su plan de conquistar las almas infantiles para el rey de las sombras. Las lecturas del niño, también fueron limitándose cada vez más hasta permitírsele casi exclusivamente La Biblia y algunos clásicos decimonónicos como Paul Bourget o Faustino Sarmiento, luego de que su abuela, desesperada porque en Mosca siempre le ofrecían juegos de magia, decidió regalarle para su cumpleaños un libro en vez de un juguete. Luego de haber oído a sus amigas del Rotary Club, hablar tanto de la alegría de sus hijos y nietos al ser regalados con los libros de Harry Potter, la anciana, al ver dicho libro, decidió que sería una excelente lectura para su nieto, ya que sus amigas nunca cometían blasfemias, ni infringían normas sociales y aparte de esto, el libro salía bastante caro, lo cual siempre es un indicador de que algo es bueno, incluso cuando sale diez o veinte veces más que algo igual o incluso mejor que sale más barato. ¡Oh, pobre mujer, aquejada y perseguida por la maldición de la magia! Cuando quiso recordar, encontró en la mesita de luz de Fernandito Ledesma Pedylla su diario íntimo, el cual revisaba periódicamente en busca de menciones hacia drogas o pensamientos sucios y encontró la siguiente anotación: “H. P. Lovecraft = Harry Potter Te hechiza con amor? Harry Potter = Mezcla genética entre una jarra y un pote? Cursos de magia de Hoggarts – Habrá similar en la O.R.T? Averiguar Consultar precios acordarse de levantar la tapa para hacer pichi” Sandra Markovich Calvijo de Winston, casi con un síncope, miró por la ventana y al divisar a Fernandito Ledesma Pedylla jugando con su primito en el jardín, escuchó una sarta de blasfemias en que los niños representaban a Harry Potter y Voldemort y se lanzaban poderes, hacían hechizos y hablaban de una tal Hermione, que de seguro debía ser una prostituta diabólica que los conducía al pecado. Fue entonces que la abuela no sólo el prohibió a Fernandito Ledesma Pedylla la lectura del maldito Harry Potter, si no que además distanció para siempre al niño de su primito, que al momento era también el único amigo que le permitía. Así transcurrió la infancia de Fernandito Ledesma Pedylla, entre palizas por ir a la fiesta de disfraces caracterizado como Harry Houdini y sermones que el obispo le daba por recomendación de su abuela. Cuando el niño había llegado a la edad en que debía empezar a definir su futura carrera, para así optar bien por la orientación de bachillerato y también para los cursos paralelos que haría en la O.R.T. (además del inglés particular, ajedrez y estudios bíblicos), su abuela se sorprendió mucho al saber que el niño quería ser musicólogo e incluso pensó en enviarlo a tomar clases de piano o incluso de órgano, para que pudiese tocar en las celebraciones de la Iglesia. Fernandito Ledesma Pedylla fue obsequiado con un gramófono (no hacía sonar el pasto ni tampoco un gramo) y una colección de discos de pasta pertenecientes a su santo y ya fallecido abuelo (Dios lo tenga en la Gloria), que el niño se encerraba a escuchar en su cuarto con fruición. Una noche, durante la cena, su abuela le preguntó que estilos o intérpretes le interesaban más y que tesis tenía planeado hacer cuando finalizara su carrera aún no comenzada, pensando en que seguramente el niño, que era muy inteligente, se decantaría por la música sacra o las obras religiosas de autores insignes como Bach o Mendelson. No obstante, con total desparpajo, el niño le contestó: “¡Voy a estudiar la obra de Carlos Gardel! ¡Qué impresionante: El Mago cada día canta mejor!” De más está decir que la utilización de equipos sonoros quedó completamente prohibida en la casa, además de que Fernandito Ledesma Pedylla fue obligado a pensar otra carrera de inmediato. Lo más irónico fue que a medida que Fernandito Ledesma Pedylla iba creciendo, quizás la prohibición de aquello que le vedaban le hizo generar a nivel inconsciente o intuitivo, un casi inevitable y perniciosos interés por la magia, que hacía rabiar a su abuela. Aunque también puede ser que Fernandito Ledesma Pedylla pensara que su abuela estaba jodiendo y que ser mago no tenía nada de malo y para seguirle el juego, la hacía rabiar. Es justamente en momentos como este en que el narrador en tercera persona y omnisciente, tiene algunos baches que promete solventar averiguando los hechos exactos ni bien le sea posible, comunicándolo a los lectores a la brevedad. Lo cierto, es que cuando la abuela de Fernandito Ledesma Pedylla, había llegado a un cierto estado de calma y falta de culpabilidad al encontrar que Mc donalds era un lugar lo suficientemente alejado de los peligros del pecado y la magia, a su nieto (Fernandito Ledesma Pedylla), no se le ocurrió nada mejor que decirle “¡Abuela! ¡Ronald es mágico!” Y poco tiempo después, como si la supuesta inocencia del niño de dieciocho años llevara en si una semilla del mal, cada vez que la nonagenaria le pedía que le alcanzara un pañuelo, aguja de coser o talonario de cheques, en vez de alcanzárselo y ya, como cualquier niño normal, como si fuera un impulso inconsciente, Fernandito Ledesma Pedylla lo rompía en cuatro y lo prendía fuego adentro de un pañuelo, le pedía a su abuela que eligiera una ceniza y después de guardarse el pañuelo en un bolsillo y sacarlo con otro color por la oreja de su abuela, adentro estaba el otro pañuelo, aguja o talonario en cuestión. La octogenaria, que ya no sabía qué hacer para aislar a su nieto de la influencia de la magia, se sintió sumamente feliz, cuando el niño le comentó que se había decidido a hacer la Licenciatura en Letras en la Universidad Católica, ya que deseaba ser un escritor reconocido mundialmente. Fernandito Ledesma Pedylla tenía excelentes calificaciones y casi no volvía a su casa en época de parciales y monografías, cuando un día, su abuela, sintiendo un extraño presentimiento, aunque ya había aflojado un poco en sus temores con respecto a la magiafilia de su nieto; entró a su cuarto y comenzó a a revisar los archivos inacabados en la computadora del mismo. Sin poder creer el poder del mal en el universo, leyó con terror dos de los trabajos finales de su nieto (los cuales un tiempo después le granjearían varios doctorados Honoris Causa): “Harry Potter: la magia y la hechicería en la literatura infantil y su vinculo con la Kaballah, la Masonería y los Iluminatti: un estudio deconstructivo acerca de las maniobras anti-lucha de clases en la sociedad posmoderna (y la Iglesia Católica)” y “Ray Bradbury: Estudio psicocrítico de la escritura de un adulto que en su infancia quería ser mago y la inválidez de la Ciencia Ficción como corriente literaria aceptada en las academias por su posmodernidad anti-intelectual orgánico (y la revolución de las masas)”. Sandra Markovich Clavijo de Wiston cayó en la cama de su propio nieto, presa de un ataque al corazón. La cincuagenaria vestía un camisón de satén rosa claro, con ribetes de puntilla color salmón que contrastaban con el tono rosado del resto de la prenda, acentuando los pliegues generados por el tejido concentrando las sombras generadas sobre el mismo por la tenue luminiscencia que le llegaba desde la pantalla del cercano monitor plasma de una de las tantas laptotp de Fernandito Ledesma Pedylla, la cual se posaba no muy lejos de allí, sobre un rac de caoba negra, cuya molicie semejaba en la semipenumbra, la de un antiguo altar de sacrificio de negro granito. Sandra Markovich Clavijo de Wiston, llevaba además del camisón por el cual se traslucía apenas su amplia ropa interior de un purísimo blanco neutro, unas pantuflas velludas de un beige similar al de los labradores que la sexagenaria sacaba a hacer sus necesidades y pasear al parque por medio de un muchacho al que le pagaba para ello, que sin embargo tenían el forro interno de un terciopelo suave cual pétalo de rosa de un tono celeste desteñido. Su cuello estaba adornado por un hilo de material resistente en el cual se habían ensartado una serie de esferas formadas por un cúmulo de moléculas de carbono con cuatro enlaces, también conocido como collar de diamantes y también con un antiguo relicario que en su interior ostentaba la foto de su difunto esposo y del otro lado la del Papa Joseph Rassinger, conocido como Benedicto XVI. Al caer sobre la cama de una plaza, que medía aproximadamente 1650 mm. Por 1000 mm y 600 mm de alto, que era de un marrón oscuro, sumamente brillante por el periódico pulido con lustramuebeles en spray de la marca “Blem”, perteneciente a la compañía multinacional “Jhonson & Jhonson”, la cual albergaba un sommier cómodo y mullido, unas pulcras y perfumadas sábanas importadas de Brasil y una colcha fina de verano de un color beige muy claro, sintió como su recogido cabello, no muy largo y teñido de un rojo opaco como convenía a una señora de su edad, caía, regándose sobre la almohada rectangular que se hallaba unos 34 grados torcida con respecto a la recta que trazaba el cabezal de la cama. Luego de sentir como sus cabellos se soltaban del moño al que los había sujetado, por medio de un aro conformado por una tira más o menos rectangular de elástico la cual se había recubierto por un corte de algún tipo de tela sintética de la misma forma geométrica, el cual se cosió alrededor de la antes citada banda elástica y luego se unió por los extremos utilizando una máquina de coser industrial, generando así la forma de “gomita para el pelo”, comenzó a sentir un profundo dolor en el medio del pecho, que en el caso de esta señora en particular, estaba ubicado en la región del cuerpo de un ser humano sin deformidades, mutaciones o mutilaciones, que abarca aproximadamente unos 500 mm por 700 mm, por debajo de la cabeza, entremedio de los dos brazos que por lo general penden a los lados de él, sujetos de los hombros, un poco más arriba que éste y a su vez, se encuentra unos centímetros arriba del vientre, debajo del cual un puede apreciar en orden descendente la cavidad pélvica y las extremidades inferiores, que son dos y por lo general del mismo largo, conformadas por diversos músculos y tendones, sistema de irrigación venoso y arterial y están sólidamente asentadas en un par de pies, los cuales cuentan con cinco dedos sin pulgar oponible, coronados por uñas, las cuales están formadas por pequeñas láminas de queratina, no así como los huesos, que constan de tejido óseo y no sólo se encuentran en el pie, si no en la pierna de la que hablábamos al principio de esta oración, en alusión a la ubicación del pecho, siendo los huesos en dicha parte anatómica no más que la tibia y el peroné, no obstante lo cual, otras partes del cuerpo (por ejemplo, el pecho del que hablábamos al principio), tienen unos cuantos huesos más. Los huesos, como la tibia y el peroné, tienen una oquedad en su centro en la cual se encuentra un tejido medular y adiposo, que al ser ingerido se denomina “caracú”, aunque vale a aclarar que el “caracú” de Sandra Markovich Clavijo de Wiston (la abuela de Fernandito Ledesma Pedylla, que se cayó en la cama presa de un infarto hace una líneas atrás), al no ser comido, seguiría siendo denominado por quien se refiriera al mismo como “médula” y no como “caracú”, ya que si bien podría alguien comérselo, no es de las costumbres más comunes o por lo menos socialmente aceptadas en comunidades occidentalizadas, judeocristianas y con un sistema económico capitalista y una forma de gobierno democrática y por lo general, incluso, puede ser considerada un crimen e incluso una desviación o tabú, que por lo general se conoce como “canibalismo”. Las piernas de la anciana quedaron un poco inclinadas hacia arriba y al caer, generaron un susurro lúgubre en la tela del acolchado de la cama y eso se generó porque el medio fue alterado generándose ondas de sonido, seguro que por el movimiento brusco de la pierna de la señora, primero en el aire y después sobre la superficie del acolchado. Tanto el aire como el acolchado estaban formados por átomos, los cuales tenían un núcleo formado por neutrones y protones, alrededor del cual orbitan electrones y que en algún momento de la historia de la física, se creyó que eran los corpúsculos subatómicos más pequeños de la creación, aunque luego, la física cuántica garantizara por medio de ecuaciones irreprochables (aunque no todas comprobadas empíricamente), que dentro a su vez, los corpúsculos subatómicos están constituidos por qartz, dentro de los cuales se generan una cantidad de movimientos impredecibles, “caóticos”, aleatorios (se le llama movimiento browniano) que niegan toda la teoría de la física mecánica y del orden y regularidad de los fenómenos físicos, ya que aparte de tener órbitas impredecibles, Incluso los qartz pueden estar en varios lugares al mismo tiempo y sin embargo, este caos a nivel tan ínfimo, es lo que en un nivel macro, genera justamente el orden antes considerado como inicio de toda explicación física. Dentro de estos átomos como dicen algunos especuladores de la teoría cuántica, dentro de la insignificante filigrana de las cositas aún más pequeñas que los qartz, pueden estar en pequeñísimos planos, una cantidad de cosmos llenos de personas, animales, civilizaciones y etc, etc, etc. de la misma manera que nuestro cosmos, en otro plano es solamente una ínfima parte de unos corpusculitos sólo conjeturables en dichos planos en que todo nuestro universo no es más grande que un átomo (esta es una teoría bastante negada, no como la de los múltiples universos, sin embargo su verificación será constatada en el año 2042, cuando la teoría de cuerdas determine que aparte de las doce dimensiones conjeturadas hay muchas más de ellas, la mayoría determinadas por estructuras fractales y que de esta manera estos hechos que aún son incomprensibles para nuestro pensamiento son explicables por la existencia de muchas más cuerdas fundamentales y dimensiones de las que nosotros consideramos hasta el momento). Justamente, en uno de los átomos que había movídose por la caída de Sandra Markovich Clavijo de Wiston (abuela de Fernandito Ledesma Pedylla), dentro de uno de esos macrocosmos microscópicos en un corpúsculo subatómico más chiquitito que un qartz, había un sistema solar de un sólo un planeta de un radio aproximado de unos -13456776756666666666666688947584362 micronanomicras de radio, cuya composición era básicamente de un gas noble similar al Xenón y algunas conformaciones líquidas que daban a los seres vivos del planeta las mismas utilidades que el agua en el nuestro. En una de las localidades más alejadas del centro de dicho planeta, instalado en un volcán de musgo verde iridiscente, donde se concentraba el poder político, administrativo y sacerdotal , basado en una sociedad organizada jerárquicamente por la cantidad de penes con que nacían los especímenes de la raza fgorhgytuoirscong (que era la dominante en el planeta) y leyes basadas más que nada en respetar ciertos tabúes relacionados a la ingesta de frituras y otros que apuntaban a la domesticación y producción ganadera de seres similares a dinosaurios de la era jurásica, había una pequeña casa instalada en algo similar a la madriguera de un topo que midiera unos 20 kilómetros nuestros. Dicha casa estaba conformada por una serie de troncos de una conífera perenne de un color violeta oscuro, casi negro, los cuales se habían dispuesto en forma de círculo y coronada con un techo conformado por una sola pieza de marfil del diente de un animal autóctono, llamado hiplogarto, que era una especie de mamífero marino volador, que se acostumbraba cazar en las costas suborientales del único continente de dicho planeta. La casa, bastante modesta, tenía una sola puerta principal, adornada con guirnaldas de calzontio (alga gigante que crecía en el hábitat del hiplogarto, de un color rojo punzante, que se consideraba de buen augurio en los hogares) y su hoja estaba constituida por varias láminas de un árbol semi fungoso de extraña composición química y gran dureza y resistencia, llamado asfggortofiojhno. En dicha casa, la familia enfrentaba el caos de tener una hija embarazada por un padre no conocido, la cual debió ocultar la gestación de su crío por los cuarenta y ochomil meses (equivalentes a un nanosegundo de nuestro tiempo) que la misma duró, para luego constatar que si bien habían podido salvarla del empalamiento en ramitas de anacahuita por la quinta oreja por tener un hijo sin las ceremonias de himeneo acostumbradas en su cultura, por más que dijeran que el recién nacido era su hermano y no su hijo, no sabían cómo explicar ante las autoridades que el mismo fuera un híbrido con la raza Saddehythgijtrf, enemiga mortal de la civilización y que presentaban una apariencia física asaz similar a la de un camello mezclado con vaca y geranios en la cabeza. Luego de deliberar durante varias horas, decidieron ir a sacrificar al recién nacido dentro de un volcán de ácido bórico que quedaba cerca de su casa, lo cual, la madre del híbrido (una joven de bellas y largas piernas arácnidas, con una decena de hermosos ojos púrpura y una boca vertical grande y pulposa, que se vestía con un pobre, pero pulcro y bello vestido de pieles de Gargartinuokgho, pájaro mamífero de aspecto similar al cocodrilo, sin alas y que volaba gracias a la expulsión de gases por su ano) insistió en hacer sola, para cargar con el peso de su falta y no sacrificar a su familia por el pecado cometido. No obstante ello, la chica no volvió más y tanto su familia, como su pueblo la dio por muerta, devorada por hestegosaurisopapo silvestres en los bosques de titanio adyacentes al poblado. De todas maneras, años después, la propia familia de la chica, perteneciente al clan de los Fergutyhionbcuhjmnumi, fue arrasada por la invasión de una tribu de nuevos seres híbridos, progenie de la chica escapada con su híbrido hijo, que terminaron conquistando la capital y cambiando el orden mundial vigente hasta ese entonces, por un patriarcado exclusivamente agrícola, basado también en la utilización de gases nobles como forma de combustible. Todas las pequeñas pelotitas más pequeñas que un qartz que estaban alrededor (o incluso dentro del planeta antes mencionado), así como en las dimensiones paralelas que abarcaban el pequeño espacio donde se mueven nuestros protagonistas, tenían a su vez sagas y problemas históricos, que seguiremos relatando en las próximas seiscientos veinticuatro mil entregas de este relato realista, para luego continuar la trágica relación de hechos que atañen a la historia de Fernandito Ledesma Pedylla y su entrañable abuela, en lucha incansable contra la conversión en mago de su nieto.